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Tejocote
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Tejocote fresco: herencia milenaria, dulzor terroso y esencia de la tradición
Pequeño en tamaño, inmenso en historia. El tejocote es una joya de la cocina mexicana, con su piel dorada, textura firme y un sabor sutil que combina dulzor natural con notas terrosas y ligeramente ácidas. Es símbolo de temporada, de raíces indígenas y de recetas que atraviesan generaciones.
Principales productores:
El tejocote se cultiva principalmente en los estados de Puebla, Estado de México, Michoacán y Tlaxcala, donde los climas templados de altura favorecen su desarrollo. Su cosecha ocurre entre octubre y diciembre, coincidiendo con las celebraciones de Día de Muertos y Navidad, cuando su presencia se vuelve infaltable en mercados y hogares.
Lo que lo hace especial:
Este fruto es rico en pectina, vitamina C y compuestos antioxidantes. Se ha utilizado tradicionalmente para apoyar la digestión, aliviar malestares respiratorios y fortalecer el sistema inmunológico. Su sabor y consistencia lo hacen ideal tanto para cocciones largas como para dulces de preparación artesanal.
Ideas para usarlo:
Es protagonista del ponche navideño, donde se cuece junto a caña, guayaba, canela y piloncillo. También se cristaliza para postres típicos, se hierve en miel para compotas y ates, y se incorpora en panes dulces y rellenos de empanadas. Su piel firme permite que mantenga su forma al cocinar, absorbiendo los sabores del entorno.
Dato gourmet:
En cocinas contemporáneas, el tejocote ha sido reinterpretado en chutneys especiados, salsas agridulces para acompañar carnes ahumadas, o en cremas tibias servidas con queso de cabra o helado de canela. En el Valle de Atlixco y otras zonas de Puebla, se elaboran dulces artesanales de tejocote que han sido reconocidos por su calidad en festivales gastronómicos nacionales.
